Un día como técnico de sonido

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Hace algunos años me llamó repentinamente para trabajar un amigo del mundo del teatro. Ya había trabajado con él en diversas ocasiones como extra o secundario en algunas obras, una experiencia muy divertida y gratificante. En esta ocasión no requería de mis limitadas aptitudes como actor y me lo planteó más que como una oferta laboral, como un “necesito que me hagas este favor”.

El técnico de sonido de la obra en la que estaba inmerso había renunciado a su puesto, quedaban 3 días para el estreno de la misma y hasta la siguiente semana no llegaba su reemplazo. Por lo tanto me pidió que hiciese las labores de técnico de sonido en el primer fin de semana de estreno de la obra.

Él sabía y me cercioré de que se acordaba, que soy una persona con hipoacusia con una pérdida del 40% en ambos oídos. Por lo que fuera , no me parecía el puesto más indicado para mí, pero tras su insistencia y que no me era un sector demasiado ajeno ya que me había formado en audiovisuales, accedí (¡en qué hora!) a hacerle el favor.

La obra en cuestión era una adaptación para niños de forma muy lúdica y colorida de Sueño de una noche de verano de William Shakespeare. Tenía solo 2 días de ensayo para familiarizarme con ella y realizar mi labor.

Mi sorpresa y mis miedos llegaron en el primer ensayo cuando descubrí que no era una obra convencional, según mi experiencia, en la que sólo debiera coordinar varias canciones e hilos musicales entre los diálogos y escenas de los personajes. En estos casos, palabras concretas sirven como pie de entrada para las pistas musicales. En esta obra, no sólo eran las canciones de fondo, sino que además en el transcurso de la acción, tenían vital importancia más de 90 pistas de sonido en clave de humor, que realzaban interjecciones, caídas, choque de armas, etc.

Debía coordinarlas todas en el momento exacto para alcanzar el tono cómico-infantil de la obra. De repente entendí de alguna manera el desplante de mi predecesor en el puesto. Era una tarea ya de por sí con mucha responsabilidad para el resultado final y además que requería mucha rapidez y habilidad, por supuesto muchísima más de la que yo poseía.

El teatro era un precioso espacio al aire libre en la cima de una montaña, lo que dificultaba, aún más, escuchar el momento exacto de los tropecientos pies de entrada que había para cada sonido.

Durante los 3 ensayos en 2 días antes del estreno, me afané con todas mis armas por aprenderme la obra, duplicar y ordenar las pistas de sonido, memorizarme su orden de entrada y ensayar mi habilidad técnica para soltar las pistas. Desde la cabina de sonido podía ver casi la totalidad del escenario, por lo que obviamente me apoyé muchísimo en la visión, y me creé mi propia lista de pies de entrada basados en el movimiento de los personajes.

Llegó el día de el estreno y una nueva adversidad me cayó de bruces. Era el inicio de la temporada de verano del teatro y el día anterior le habían hecho la puesta a punto. Ésta incluía la colocación de una nueva pared lateral de aluminio en la cabina de sonido que protegía del viento, pero que restaba la visibilidad del escenario al 50%.

Sudé como nunca, hice todo lo que pude, pero obviamente el resultado fue hilarantemente desastroso. Al acabar, sumido en la vergüenza, puse mi puesto a disposición del director, pedí perdón todo lo que pude, recogí todo el atrezzo, desmonté toda la escenografía y la cargué en los camiones, como intentando suplir con esfuerzo extra, la mala ejecución de mi función asignada.

Aún hoy en día, pido disculpas a todo el elenco, a todos los padres que resistieron el “espectáculo” completo y a todos los niños que aún con todo, pareció que disfrutaron de la obra.

Una persona con pérdida auditiva, suele desarrollar una especie de superpoder de percepción que autocompleta todo lo que no oye. En esta ocasión yo lo exprimí y llevé a su máxima expresión inventándome una obra en directo que ni oía ni apenas veía. A pesar del desastre, con todos los condicionantes, considero que muchas personas sin pérdida auditiva habrían realizado un desempeño todavía más calamitoso.

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