Oír a diario

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El título de este artículo es casi un palíndromo, aquellas frases o palabras que como en el caso de los números capicúas se leen igual de izquierda a derecha que viceversa.

Además en este caso, su significado puede parecer una obviedad, algo que se realiza de manera automática o involuntaria. La cuestión es que para millones de personas en nuestro país y en el planeta con dificultades auditivas…no lo es.

Para Soul&Alegría queda latente en la sociedad el gigantesco camino que aún queda por recorrer en el mundo de la audición para normalizar la situación y garantizar los derechos de las personas con problemas auditivos. El primer gran paso sigue siendo informar y concienciar a los que nos rodean. Para ejemplificarlo me gustaría contaros otra anécdota que me ocurrió hace unas semanas.

Salía de un curso de capacitación laboral (el primero de manera presencial desde la pandemia global) con un grupo muy diverso de personas y seis de ellas decidimos quedarnos a tomar algo en una terraza cercana con las correspondientes medidas de seguridad.

Éramos completos desconocidos y después de compartir impresiones sobre el curso, comenzamos de manera natural a preguntarnos sobre nuestras vidas. Al llegar mi turno y tras terminar de presentarme, una de mis compañeras como armándose de valor se decidió a preguntarme qué era eso que llevaba en la cabeza cerca de la oreja.

Llevo un implante coclear de última generación y lo exhibo sin ningún problema, no lo escondo bajo ningún corte de pelo y de hecho en su parte externa llevo una carcasa de colores bastante llamativa. Un par del grupo comentan que no se habían fijado, la mayoría me dice que pensaban que era algún tipo de auricular de música moderno y solo una persona lo había relacionado con algo parecido a un audífono pero no se había atrevido a preguntar.

Usualmente yo de primeras a no ser que por no entender a mi interlocutor y tenga que pedirle amablemente mejor locución, volumen o repetición, no suelo contar o definirme con mi condición de persona con hipoacusia. En esta situación relajada, tras explicar que lo que llevaba era un implante, cómo funcionaba y las características de mis problemas auditivos, percibí que no se entendían muchos de los conceptos que intentaba explicar o palabras que estaba utilizando. Por lo tanto como era un ambiente distendido me pareció interesante y divertido lanzar una serie de preguntas sobre la temática y evaluar el nivel de conocimiento general.

Uno de los compañeros más jóvenes ni siquiera se había planteado la pérdida de audición como un problema existente, o había reparado nunca en temas de minusvalía o discapacidad, más allá de las personas ciegas. Para casi la totalidad de los contertulios, los entornos accesibles significaban rampas y espacios habilitados para personas en silla de ruedas.

En el caso de la deficiencia auditiva, no conocían más que las palabras sordo o sordera y lo asociaban a la vejez. Tampoco eran plenamente conscientes que puede haber muchos tipos y niveles de pérdida auditiva, incluso por debajo del umbral considerado minusvalía y que aun así provoca dificultades comunicativas en el día a día y se necesitan adaptaciones. En su percepción, solo la sordera total era un problema evidente y lo relacionaban inmediatamente con la Lengua de Signos, aunque ni mucho menos sabían por ejemplo que no es un idioma universal, que cada país suele tener la suya. No hablemos ya sobre la existencia y convivencia o no de los mundos signante y oralista. Por descontado ninguno de ellos sabía bien la diferencia entre audífono o implante coclear, habían escuchado la palabra hipoacusia o se habían planteado la herramienta del subtitulado útil para algo más que entender un idioma extranjero.

Durante algo más de una hora de conversación, todo el grupo mostró un alto grado de interés en cada cosa que les intentaba explicar resumidamente y denotaban ser personas con gran capacidad de empatía. Simplemente les faltaba información y pararse a pensar en ello.

Resulta que al final casi todos “cayeron” en que sí conocían algún caso de persona con algún tipo de problema auditivo, y no sólo en familiares, abuelos, padres, etc. Incluso varios acabaron reconociéndose pérdida ellos mismos en varias situaciones cotidianas y comentándolas tan abiertamente como el que no ve bien qué número de autobús es el que viene de lejos.

Quiero destacar a una de mis compañeras, la más ducha en la temática desarrollada, enfermera y con cierto grado de pérdida unilateral que se mostró tan interesada que hoy es lectora de este blog, forma parte de la comunidad Soul&Alegría y participa proactivamente en nuestra lucha. Ella no se podía creer que por ejemplo para definir mi tipo de problema auditivo usara la expresión “soy una persona con hipoacusia” porque la RAE no reconoce la palabra hipoacúsica/o

Personalmente me sentí bastante útil aportando luz y mi granito de arena acerca de las particularidades del mundo de la pérdida de audición, aunque por supuesto se me quedaron muchas nociones en el tintero o me arrepentí de no hacer hincapié en temas como auto-reconocer la pérdida, el peligro de la contaminación acústica, los volúmenes elevados en auriculares y altavoces en conciertos o la importancia de prevenir y revisarse la audición con profesionales de manera regular.

Por encima de todo volvió a quedar de manifiesto la necesidad de informar, difundir, divulgar y concienciar a todos los niveles, como primer gran paso hacia la plena inclusión de las personas con dificultades auditivas. Es un trabajo de todos, que nos define como sociedad y como seres humanos: somos o no somos.

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