Acúfenos, un nuevo silencio

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Hoy me gustaría contaros el caso de mi buena amiga Marisa. Una persona brillante con una prometedora carrera musical. Un mal día le aparecieron acúfenos de la mano de hiperacusia para no abandonarla nunca más. Tras un largo período en el que aparcó sus proyectos artísticos para centrarse en su recuperación física, emocional y mental, quedamos y me comentó algo que jamás se me olvidará. De repente había aceptado su situación y me comentó que para ella realmente había sido una bendición. Acostumbrarse a ese perturbador ruido constante y a la percepción de cualquier sonido externo a volúmenes elevadísimos no había sido nada fácil. Ahora que lo había conseguido y había retomado la composición musical, lo debía de hacer a tonos extremadamente bajos, por lo que al trasladar sus piezas creadas a los amplificadores de sonido, sus obras ganaban considerablemente en limpieza y calidad.

Marisa padece de acúfenos. Es un trastorno auditivo que suele aparecer con más frecuencia a partir de los 50 años aunque cada vez se dan más casos prematuros debido al uso constante de auriculares a gran volumen por parte de la juventud y a la creciente exposición a la contaminación acústica en la sociedad. Se estima que lo sufren alrededor de 9 millones de españoles y entre un 10% - 17% de la población mundial.

Los acúfenos o tinnitus son un síntoma relacionado con el sistema auditivo que consiste en la escucha de algún ruido extraño sin que exista una fuente sonora externa que lo provoque y cuyo origen no se suele identificar. Pueden darse en un oído o en ambos, incluso parecer englobados alrededor de toda la cabeza. Pueden ser intermitentes y ocasionales, algo que le ha ocurrido alguna vez a casi toda la población, o por el contrario, permanentes y crónicos.

Se suelen definir como un pitido, una vibración persistente, un zumbido invasivo, un ruido de viento, un silbido, grillos en la cabeza, un murmullo de mar, un motor a ralentí, chasquidos, siseos, ruido eléctrico, rugidos… y es que su naturaleza, tono e intensidad son sumamente variables.

Se pueden clasificar como acúfenos objetivos cuando es un sonido generado por el organismo que no suele deberse a ninguna alteración del sistema auditivo y lo puede percibir tanto el paciente como el profesional médico mediante auscultación. Sin embargo son mucho más frecuentes los acúfenos subjetivos, lo que no significa para nada que sean imaginarios; son muy reales y sólo el paciente los puede percibir desconociendo por completo la fuente que los origina.

Existen múltiples tipos así como infinitas causas que los pueden provocar. De ahí la dificultad en su diagnóstico y tratamiento.

Pueden ser causados por patologías del oído, por hipoacusia, por algún tipo de obstrucción en el oído externo, por infecciones en el oído medio. De hecho, el 85% de las enfermedades del oído suelen venir acompañadas de acúfenos. Pero se cree que también pueden ser originados y empeorados por alteraciones del sistema nervioso, por problemas de índole mecánico, por exposición al ruido o traumas acústicos, por otras enfermedades, por diferentes trastornos tipo migrañas, anemias o hipertensión, por los efectos secundarios de drogas y fármacos ototóxicos, por causas emocionales, por estrés, por envejecimiento, por sustancias estimulantes, por golpes y lesiones, etc. Descifrar dentro del universo del cuerpo humano qué puede provocar este síntoma tan molesto es como encontrar una aguja en un pajar.

En muchos de los casos, cuando el acúfeno es de carácter leve y transitorio, no molesta demasiado y no requiere tratamiento. Aunque si aparece, lo primero que se debe hacer es acudir a una revisión médica con el fin de descartar problemas que, aunque poco frecuentes, pueden ser de importancia. Lamentablemente cuando por el contrario son más intensos y continuos, pueden llegar a mermar la calidad de vida de las personas que los sufren. Ni siquiera en estos casos se considera propiamente una enfermedad, pero son un síntoma muy molesto que suele derivar en verdaderos problemas de salud física y mental: alteraciones del sueño, dificultad para la concentración, irritabilidad, episodios de estrés, ansiedad, angustia, náuseas, vértigo, trastorno del equilibrio o cuadros depresivos y situación de incapacidad.

El tratamiento más eficaz es la eliminación de la causa o la enfermedad subyacente que provoca los acúfenos. Cuando por ejemplo el problema proviene de la hipoacusia, pueden ser útiles los audífonos o en el caso de sordera profunda, puede resultar efectiva la implantación coclear que estimula el oído interno. Cuando el problema radica en hiperacusia, una medida que puede ser útil es el uso de tapones o emplear un dispositivo similar a los audífonos que emite un sonido a bajo volumen capaz de enmascararlos. Existen cantidad de profesionales médicos especialistas, no sólo del ámbito auditivo, e infinidad de tratamientos contra los acúfenos que van desde procedimientos con botox, pasando por distinta medicación y planes de nutrición, hasta técnicas de relajación y terapias psicológicas.

Desafortunadamente en demasiados casos no se llega a averiguar la causa o no existe a pesar de conocerla un tratamiento farmacológico ni quirúrgico o método específico para resolverla. Los pacientes que los padecen se arman de paciencia, valga la redundancia, afanándose en probar y encontrar el remedio más efectivo para su caso. En muchas de estas ocasiones suelen ser muy útiles los grupos de ayuda presenciales y virtuales de personas que sufren este síntoma, en los que se comparten experiencias, proponen técnicas, trucos y remedios que hacen más llevadera la situación.

En definitiva la mayoría de profesionales y pacientes confluyen que los tratamientos más efectivos para los acúfenos crónicos son de carácter psicológico. Sea por cuenta personal o con ayuda profesional el objetivo es la habituación y aceptación de la nueva realidad. No dejar que la situación consuma tu ánimo, no perder la relatividad con la gravedad de muchos problemas y enfermedades en el mundo. Con el tiempo los acúfenos pasarán a un segundo término y permitirán una vida cotidiana completamente normal aprendiendo a convivir con un nuevo concepto del silencio.

Por último también me gustaría recoger el testimonio que me sobrecogió de un hombre llamado Juan. El relato de su experiencia y su positivismo hoy en día es un ejemplo inspirador para mí; y creo que cualquier persona con problemas auditivos entiende y se puede reflejar de sobremanera en sus palabras. En sus esfuerzos por acostumbrarse a los acúfenos y apartarlos en un segundo plano frente al resto de sonidos, desarrolló una percepción extra para escuchar. Estando tan atento a lo que decían los demás aprendió a escuchar de verdad, a leer entre líneas. Dice que puede escuchar hasta las palabras que no se dicen, esas que se frenan para mantener el tipo en el fragor de una discusión, esas que se callan para no ofender de más, esas que se omiten deliberadamente en cualquier negociación, esas que no salen precisas cuando toca explicar un problema, o aquellas que esconden sentimientos tan profundos que a veces sólo con la mirada puede reconocer sin necesidad de percibir ningún sonido.

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