Doble aislamiento

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La situación actual es sin duda, muy complicada para todos. En ocasiones, aún más si cabe para colectivos vulnerables. Para la comunidad sorda, hipoacúsica, mayores de 65 años y cualquier persona con algún tipo de dificultad en su audición la situación de aislamiento se agrava. El uso generalizado de cubrebocas, mascarillas, barbijos o tapabocas supone para nuestra comunidad una doble barrera comunicativa, debido a la distorsión del sonido y la ausencia del apoyo básico de la lectura labial o expresividad facial. Muchas personas se encuentran sumergidas en la actualidad en un doble aislamiento.

Daniela y su Antonio son una familia sorda, padres de un bebé de 1 año. Hace unos días fueron a vacunarlo y tuvieron enormes dificultades para entenderse con la enfermera que usaba mascarilla. Sólo a través de la aplicación móvil Háblalo lograron entender las indicaciones.

Marcos padece hipoacusia bilateral y tuvo que contactar con el ayuntamiento de su localidad para realizar un trámite. Esperando poder entenderse mejor que por teléfono, utilizó el servicio habilitado de videollamada. No disponían de chat simultáneo y no pudo llevar a cabo la gestión.

Ángela, una niña sorda de 16 años, no pudo atender a sus videoclases de la escuela por la cancelación temporal de los servicios de intérpretes en Lengua de Signos. Ha sustituido el servicio de interpretación para alguna de sus necesidades mediante la aplicación móvil SVisual.

Alberto intentó ofrecerle ayuda para compras y recados a su vecina de 80 años. Ella padece una pérdida de audición notable, vive sola y no es muy ducha en el uso de telefonía móvil. La única forma que Alberto encontró para intentar ayudarla y comunicarse fue mediante notas a papel y lápiz depositadas en el felpudo.  

Diana intentaba comprar pilas para su audífono en una tienda óptica. A través de la mampara del mostrador y la visera que portaba su interlocutor, no le entendía absolutamente nada y pasó horrores para poder indicarle el modelo de batería que necesitaba.

Telma, hipoacúsica e implantada coclear tuvo un desencuentro en la carnicería porque quien le atendía portaba un tapabocas. No pudo apoyar su audición con la lectura labial y entender el mensaje que le repetían de forma cada vez más malhumorada. 

Alfonso esperaba para pagar en el supermercado. A 3 metros de distancia y con su mascarilla reglamentaria, el personal de seguridad le indicó que debía cambiar de fila y pararse sobre la franja que delimita la distancia de seguridad. Alfonso solo posee un pequeño resto auditivo y tuvo que lidiar con un rato de incertidumbre y tensión hasta que pudo explicarle al guardia su condición y entender lo que éste le ordenaba.

Pablo en las primeras semanas de confinamiento fue a comprar unos medicamentos para sus sobrinas. El farmacéutico, que cubría casi la totalidad de su cara con una gran mascarilla, le intentaba comunicar desde el interior y a través de un vidrio de unos 10cm de grosor, que no tenían una pomada, que le diese sus datos si deseaba encargarla. Pablo apenas tiene un 30% de pérdida auditiva, pero era incapaz de escuchar el mensaje. Lo consiguió con mucha dificultad, tras mucho tiempo y esfuerzo a través de señas y mensajes con la pantalla del móvil. Mientras tanto, otras personas formaban una larga cola en la acera y alguno se llegó a impacientar. Cuenta que él no suele tener demasiadas dificultades comunicativas, ni tener que explicar su condición muy a menudo, pero ese día deseo llevar puesta una camiseta con el mensaje: perdón, oigo menos.

Carmen, una médico de urgencias nos narra con lágrimas en los ojos, lo duro que resulta notificar a los familiares de pacientes con la expresividad facial totalmente oculta y la gestualidad limitada por los trajes de seguridad. Y es que la lectura labial, expresividad facial y gestualidad nos ayuda a comunicarnos a todos, también a aquellos que no poseen dificultades auditivas, o que las padecen en un grado pequeño.

Testimonios y situaciones de este tipo están ocurriendo numerosamente estos días. Además también sucede que a pesar de que la norma establece que tienen prioridad los mayores de 65 años y las personas con discapacidad, la sordera es en la mayoría de los casos invisible y resulta muy complicado explicar la pertenencia al colectivo.

Mónica, una argentina hipoacúsica e implantada realizó el siguiente vídeo que se ha vuelto viral: www.facebook.com/1141547316/videos/10221946462267618/. Solicita más empatía y medidas para no agravar más la situación de aislamiento del colectivo.

Como medida empática aconsejamos una serie de recomendaciones a todo el que se encuentre durante estos días en un proceso comunicativo con una persona con dificultades auditivas. No hablar sin asegurarse que la persona está atenta mirando a los ojos. Tener el rostro de frente y bien iluminado. Dirigirse a la persona con naturalidad. Vocalizar bien pero sin exagerar. Intentar utilizar frases sencillas y nunca palabras sueltas. Repetir con paciencia las frases completas con su contexto. Cambiar si es necesario alguna palabra fonéticamente difícil sin que varíe el significado de la oración.

A principios de mes, los medios de comunicación se hicieron eco de la historia de Aslhey Lawrence. Una jóven estudiante estadounidense, que empezó a manufacturar cubrebocas transparentes para ayudar a la comunidad sorda e hipoacúsica. Muchas otras personas por cuenta propia, en Argentina o España, así como , centros de investigación o entidades relacionadas con el sector y la comunidad, trabajan en la creación de estas mascarillas con banda transparente para uso personal o en la homologación de la mismas para uso profesional. A nivel comunicativo las viseras o pantallas transparentes, podrían ser una solución, o más bien un mal menor. Pero al no tener la misma eficacia en la filtración bacteriana, son preferibles las mascarillas.
En el marco de la pandemia actual, donde el uso de protecciones faciales se torna cada vez más imprescindible y previsiblemente más obligatorio, toda la comunidad hipoacúsica demanda medidas de apoyo para un problema que afecta a millones de personas mundialmente.

En nuestro país, el único dato oficial sobre personas con deficiencia auditiva lo recoge la Encuesta del INE del año 2000, y cifra en más de 1 millón las personas con discapacidad auditiva. 20 años después, en una sociedad tendente a la longevidad y cada vez más afectada por la contaminación acústica, debemos ser muchísimos más. También cabe añadir la ingente cantidad de personas con problemas auditivos de menor grado. Todavía mayor, es el número de aquellas que no reconocen, no se tratan o no está registrada su deficiencia de ninguna manera, pero que igualmente su hipoacusia les provoca dificultades para la comunicación.

Aplicando datos de prevalencia con cifras mucho más actuales de países vecinos, el número total de personas con problemas auditivos en España podría llegar a los 7 millones. 

Desde SOUL&ALEGRÍA reclamamos una actualización de datos oficiales en nuestro país. Somos un colectivo muy numeroso, y en estos tiempos difíciles de epidemia global se hace más necesario que nunca implementar medidas inclusivas que garanticen el acceso a la información de las personas con hipoacusia, con mayor hincapié en los medios de comunicación, en el sistema sanitario y en la atención directa al cliente.

Por todo esto, junto con otras entidades comprometidas reivindicamos: el subtitulado en cada televisión de toda información oficial. La habilitación de videochats para servicios y trámites de las administraciones, y para la enseñanza. La reactivación de los servicios de intérpretes en Lengua de Signos. La fabricación, homologación y reparto de mascarillas adaptadas que favorezcan la lectura labial, al menos para los empleados de supermercados, farmacias, servicios sanitarios, y todo servicio esencial, así como para cuidadores o personas del entorno de cualquier hipoacúsico.

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